Entrevista publicada en la revista PERIPHERIA
Edición Julio 2007, Año 3, Nr 8
Huaraz, Perú
Por Carlo Brescia
Antonio Gómez Bohórquez, para sus amigos “Sevi”, empezó a escalar en la década de los 60s y sigue activo. Ha escalado montañas en varios continentes y abierto rutas en España, Italia y Perú. A diferencia de muchos escaladores, publica libros, redacta y supervisa artículos e investiga todo lo relacionado con el andinismo, en forma especial sobre la Cordillera Blanca. Es el precursor de la escalada en grandes paredes de roca pura en los Andes del Perú, desde que escaló la cara E del Cerro Parón (La Esfinge, 5325 m) en 1985 y la SE en 1988. También fue primero en escalar la cara SO del Alpamayo (5947 m) por su canal Central, habitualmente confundida con la Ferrari. Actualmente dirige andesinfo.org.
¿Cómo concibes el andinismo y qué lo diferencia del turismo de aventura?
Concibo el montañismo sin espíritu competitivo, como medio de aprendizaje. Procuro conocer su lado humanístico y practicar todas sus facetas. Prefiero llamarlo andinismo si se practica en los Andes.
El montañismo es el conjunto de actividades lúdicas o deportivas, como el excursionismo, la travesía (trekking), la escalada en hielo, nieve y roca, etc. que se practica en la montaña. No obstante, la palabra montañismo se usa mucho para referirse tan sólo al excursionismo o a las ascensiones a montañas sin mucha dificultad.
El término turismo de aventura está por definir. Lo acuñó hace poco la industria turística, con nociones algo descafeinadas del significado de aventura, para referirse de manera general a las actividades lúdicas o deportivas en la naturaleza.
¿Cómo se concibe el andinismo en Ancash?
Se concibe de manera bastante comercial, porque tiene sus orígenes en el servicio a los grupos de andinistas extranjeros. Por fortuna, hoy una parte de la nueva generación ancashina practica el andinismo como afición.
¿Puedes dar algunos ejemplos de otras formas de concebir el andinismo?
Imaginemos que un grupo de amigos concibe el andinismo de manera lúdica y romántica. Lo practican, por puro placer, respetando un conjunto de principios y normas morales tradicionales que regulan sus comportamientos y relaciones. Pues bien, esta manera lúdico-romántica de concebir el andinismo puede resultar anticuada, quizá ingenua, para otro grupo que antepone la gesta deportivo-competitiva o el negocio a todo lo demás y considere que sus principios y normas se adecuan más a la realidad de su tiempo.
Para ser más concreto recurro a dos puntos de vista de tendencias del andinismo. Una de ellas llama “intento” a las escaladas por terreno virgen que no alcanzan una cima, es lo tradicional. La otra, más reciente, considera que esas escaladas inconclusas son “nuevas rutas” y cree lícito darles nombre. La tendencia tradicionalista opina que dar a tales intentos el rango de nueva ruta se debe a un empobrecimiento en la escala de valores del espíritu andinista, cada vez más condicionado por el temor a admitir el fracaso o la necesidad de justificar el éxito ante los patrocinadores o la sociedad. Esta opinión es romántica y demasiado radical según la tendencia reciente. Aún así, ambas coinciden en que el mérito de una ascensión o una escalada está en el estilo y los medios utilizados.
¿En qué han cambiado las expediciones andinas en estos últimos años con relación a las de las décadas de los 70s y 80s?
Creo que el principal cambio lo percibimos en la mentalidad de los grupos que prefieren ahora el andinismo con estilo ligero en vez de la logística expedicionaria pesada.
Era normal que la mayoría de las antiguas expediciones a los Andes necesitaran más recursos humanos y materiales que las actuales para conseguir lo mismo. Esas grandes expediciones ya no son necesarias para escalar montañas andinas.
¿Por qué no son necesarias?
A mediados del siglo pasado un barco tardaba más de dos meses desde Europa al puerto de El Callao. En la década de los 70 las expediciones todavía tenían que superar la burocracia aduanera, que podía retrasar más de una semana los planes de viaje. El material técnico para las ascensiones de aquella época era más pesado y menos eficaz que el de ahora.
El equipaje del ligero grupo de Munich de 1955, por ejemplo, pesaba más de 700 kilos. Sus tiendas (carpas), mochilas y casacas eran de lona de toldo de camión. Sus cuatro miembros también contaban con algún material moderno de su generación: botas con suela de goma y crampones con puntas delanteras. Apenas se percibían entonces algunas sendas entre las poblaciones y los lugares para los campamentos base. Pese a esas dificultades escalaron con estilo alpino más de 32 cimas, muchas de ellas vírgenes. Las cornisas de la cresta del Caraz II, que dos de ellos recorrieron con aquella indumentaria y un piolet con mango de madera por individuo, espantaron en 1986 a glaciaristas acostumbrados a escalar con material moderno las difíciles vías heladas del Ben Nevis escocés. Fue en agosto de 2001 cuando unos alpinistas eslovenos recorrieron la misma cresta que aquella cordada bávara.
La expedición española de 1961 a los Andes peruanos, compuesta por 11 personas, llevó un equipaje de 3000 kilos.
Hoy un vuelo directo de Madrid a Lima tarda 12 horas. Un autobús moderno recorre en seis horas los 400 kilómetros de Lima a Huaraz. También podemos llegar en una hora desde el aeropuerto de la capital peruana al de Anta, próximo a Huaraz. Incluso desde la población más alejada de la zona del llamado Callejón de Conchucos es posible llegar al pie de un glaciar en menos de un día.
En fin, el desarrollo continuo de la capacidad técnica individual, de las comunicaciones, de la industria y el comercio dedicados al montañismo favorece el estilo ligero. Este estilo tiene su máxima expresión en la escalada solitaria. No obstante, todavía llegan a los Andes expediciones pesadas, con logística y recursos propios de las expediciones a las grandes montañas himaláyicas.
La palabra expedición tiene hoy connotaciones de organización pesada con estilo anticuado. Evitan pronunciarla, o la usan con ironía, las cordadas que prefieren escalar sólo con sus propios recursos. Sobre todo porque la aventura, la satisfacción personal y, como dije antes, el mérito de la escalada serán mayores cuanto menos medios se utilicen. Esto último lo comprenden muy poco quienes pretenden obligar al andinista a contratar servicios que no desea, y olvidan algo importante: siempre habrá quien necesite agencias, guías o personal auxiliar para esas rutas que una minoría puede recorrer sin ayuda de nadie.
En el ámbito de la tabla hawaiana, la bicicleta de montaña y la escalada en roca/hielo existe un espíritu de grupo, de camaradería. ¿Cómo definirías o explicarías lo que distingue al grupo montañero del resto?
Tengo la impresión de que los grados de camaradería en esos tres ámbitos son similares cuando coinciden sus necesidades y motivaciones. Otra cosa es que la práctica de cada afición requiera recursos distintos.
Parece obvio que cuanto más minoritaria es una afición mayor solidaridad se percibe en ella y mejor se manifiestan los valores humanos. También es lógico pensar que esa camaradería disminuye cuando una afición se masifica, deja de ser lúdica, tiende a la competición o busca el éxito a cualquier precio. El sentido de la ética suele ser la principal diferencia entre los distintos grupos que practican una misma actividad.
En una región como Ancash, con bajos ingresos y niveles de ‘capital humano’, parte de la población local (sector público, empresa privada y comunidades) ven a los andinistas como una de las pocas alternativas de generación de ingresos. ¿Crees que se deba fomentar más la práctica del andinismo en la Cordillera Blanca?
Por lo general la población serrana con necesidades primarias, preocupada por sobrevivir, cree que los andinistas son ricos. Al serrano le extraña que alguien gaste dinero buscando en la montaña la aventura, el sosiego y los valores que ha perdido la sociedad obsesionada con el éxito y el consumo. Y al andinista que prefiere practicar el andinismo con independencia le molesta que lo vean como a la gallina de los huevos de oro.
Promocionar la Cordillera Blanca como destino andinístico requiere, primero, un estudio realista de la carga de uso actual en el Parque Nacional Huascarán y calcular la que podrá soportar. Luego, suficiente empatía entre los interesados en el uso rural y andinístico, la protección del espacio natural y el negocio turístico para alcanzar acuerdos razonablemente satisfactorios. Entonces será posible una planificación, basada en el desarrollo sostenible, que establezca de manera justa lo que convenga a las partes implicadas. El cálculo de las cargas de uso aceptables en cada zona del Parque debería distinguir entre andinismo y distintos tipos de turismo.
Convendría que viniesen a Ancash más andinistas de otras partes del mundo, por supuesto. No ya por razones económicas, sino porque al visitar las cordilleras entienden mejor la necesidad de protegerlas. Es preciso recordar que a través del andinismo llega también el simple turismo que prefiere visitar lugares de interés, degustar la gastronomía de la zona o divertirse.
Los andinistas, en teoría, por su contacto directo con la naturaleza deberían tender al conservacionismo, entendido como las actividades relacionadas con la protección y cuidado del medio ambiente. Dentro del medio ambiente está el factor humano: poblaciones urbanas y rurales específicamente. Muchas veces, la baja calidad de vida de estas poblaciones ocasiona que estos usen los recursos naturales de montaña en forma insostenible para el uso de futuras generaciones de comunidades y andinistas.
Tomando en cuenta lo anterior, ¿los andinistas hoy en día deben ser más que conservacionistas? ¿O deben involucrarse directamente en actividades de desarrollo y superación de la pobreza de las poblaciones locales?
Creo que lo uno no está reñido con lo otro. Un andinista puede optar por ambas cosas, con el grado de compromiso que le permitan sus medios y su vocación.
El verdadero montañista valora y disfruta la naturaleza. Así que tiene razones suficientes para desear la protección de los espacios naturales y, naturalmente, se le supone voluntad de ayuda al prójimo.
En mi opinión, un andinista, como cualquier ciudadano, debería tener el deber moral de denunciar tanto la pobreza como situaciones ecológicas injustas, y brindar su cooperación si fuera necesario. ¿Cómo puede brindarla? Pues proponiendo proyectos, o participando en otros integrados en los programas gubernamentales.
De hecho, existe voluntad de algunos para ayudar pero falta mayor compresión y preparación: “El camino al infierno está lleno de buenas intenciones”.
A veces el turista poco avispado mira la forma de vida serrana andina y la confunde con pobreza, sin sospechar que él quizá tenga menos propiedades y dinero que alguno de los campesinos que saluda en su trayecto o que los arrieros encargados de llevarle la carga.
Montañistas y turistas deberían comprender mejor la cultura o la forma de vida andina para influir en ella lo menos posible y, antes de dar regalos, propinas o limosnas, considerar si así crean dependencia o fomentan el espíritu mendigante que se atribuye tópicamente al campesino serrano.
Nombre: Antonio Gómez Bohórquez (o Sevi Bohórquez)
Correo-E: info@andesinfo.com
Página WEB www.andesinfo.com
GLOSARIO
Andinismo.- Afición que consiste en ascender a las altas cimas andinas.
Cordada.- Dos o más personas unidas por una o más cuerdas.
Estilo ligero o alpino.- Método que utiliza los menos medios posibles para escalar una montaña, donde el andinista o la cordada vivaquea con o sin carpa al terminar la jornada —en vez de instalar campamentos y aprovisionarlos—, no fija cuerdas para progresar y, por lo general, sólo regresa cuando alcanza una cima o si desiste antes.
Expedición pesada.- Grupo de andinistas con muchos medios para conseguir un/os objetivo/s, por lo general con ayuda de porteadores, instalación y aprovisionamiento de campamentos, fijación de cuerdas en los tramos complicados, peligrosos o difíciles de superar, para facilitar la progresión o el descenso a otros componentes que avancen o retrocedan.
Expedición ligera.- Grupo de andinistas que utiliza menos medios que la expedición pesada, acampa durante su progresión y no suele retroceder hasta alcanzar una cima o desistir.
PUBLICACIONES SOBRE LA CORDILLERA BLANCA
GÓMEZ BOHÓRQUEZ, Antonio. La Esfinge. Nueva ruta en una pared virgen. Anuario Desnivel, 1985, pp. 84, 100-104. Véase además nota en Desnivel no 21, 1985, p. 10.
— The Riddle of the Cordillera Blanca. The American Alpine Journal, 1998, pp. 165-172. Véase además los volúmenes de AAJ desde 1998 a 2009.
— La Esfinge. Primera a la pared sureste. Desnivel, no 43, 1989, pp. 4-11.
— La Cordillera Blanca de los Andes del Perú. Selección de ascensiones, excursiones y escaladas. Madrid : Desnivel, 1998, pp. 105-110.
— Cordillera Blanca & Huayhuash, 2001-2002. The Alpine Journal, 2003, pp. 287-289
— Cordillera Blanca. Escaladas. Parte norte. Murcia: Andes Info, [2004], pp. 172-179.
— La Esfinge. Una historia de hombres y de nombres. Cuadernos Técnicos Barrabés, no 28, julio-agosto. Huesca: Barrabés, 2005, pp. 16-23.
— La Esfinge – Rock, Men and Names. Huaraz. Peru. Mapa Guide, no 4. Huaraz: 2005, pp. 26-28.
— Cordillera Blanca & Huayhuash, 2004. The Alpine Journal, 2005, pp. 340-342
— Cordillera Blanca & Huayhuash, 2005. The Alpine Journal, 2006 pp. 319-325
— Cordillera Blanca & Huayhuash, 2006-2007. The Alpine Journal, 2008, pp. 329-340
— Cordillera Blanca [Taulliraju Sur & Tuctubamba]. The Alpine Journal, 2009, pp. 294-296
— Japanese First Ascents in the Cordillera Blanca, Peru. The Japanese Alpine News, vol. 11, July 2010,
pp. 146-159
— Japanese First Ascents in the Cordillera Blanca, Peru. The Journal of Japanese Alpine Club, Sangaku,
vol. 105, 2010, pp. 100-112.
— Peru 2008-9 [Cordillera Blanca, Huayhuash, Vilcanota & Jatún Chacua]. The Alpine Journal, 2010/11,
pp. 301-310
— A Correction Seven Years in the Making. Alpinist, High Camp – November 2011